Cómo tener control dando opciones

Cómo tener control dando opciones

Presentación: Prezi

Lección: Formato pdf

Cuestionario: Formato pdf

Cuaderno con respuestas

¿Qué siente cuando su hijo abiertamente te ignora? Todos esos sentimientos son asunto del control, y es normal que los padres queramos tener control de nuestros hijos. Queremos que hagan lo que queremos y en el momento en que lo queramos.  Con frecuencia los chicos se resisten con pasión y nos vemos de repente metidos en una lucha por el control de grandes proporciones.  Vea aquí un ejemplo un poco extremo. 

¿Qué debemos hacer cuando le pedimos a la chica varias veces que pase a comer y no lo hace? ¿Cómo crees que reaccionaría ella si simplemente vas a donde está y le susurras al oído: «Vamos a estar comiendo en la mesa por los próximos veinte minutos. Nos gustaría mucho que nos acompañaras porque nos encanta comer contigo. Ojalá te sientes con nosotros; pero si no, pues ya tendremos la oportunidad de nuevo mañana al desayuno.» 

El control es un fenómeno interesante: Entre más damos, más ganamos. Los padres que a toda costa quieren forzar su control sobre sus hijos (papás y mamás sargento) terminan perdiéndolo. Debemos establecer límites, pero luego debemos darle control a los chicos para que actúen dentro de dichos límites. Debemos permitir que los hijos ejerzan por sí mismos cierto control sobre su vida, para que aprendan responsabilidad e independencia. Pero no debemos darles más control del que pueden tener sin que con ello se volvían insoportables o pongan en riesgo su propia seguridad. El control representa poder, y los chicos siempre quieren más. 

¿Cuánto control debemos darles a nuestros hijos? Los psicólogos nos dicen que la gente compara el control que tienen solo en relación con el control que antes tenían, no con cierto control que suponen que deberían tener. Cuando las personas sienten que tienen más control del que antes tenían están satisfechas. Así que los chicos a quienes sus padres les van soltando poco a poco más control  generalmente se sienten satisfechos porque van teniendo más control que en el pasado. 

Empiece a darles control en pequeñas dosis cuando están chiquitos. Por ejemplo, cuando el niño está tomando un baño en la tina, le puedes preguntar: «¿Quieres salirte ya de la tina o quieres quedarte cinco minutos más? Nosotros no necesitamos control sobre esos cinco minutos y los niños necesitan sentir que tienen cierto control. Pero no debemos darles mucho control a una temprana edad, porque entonces se vuelven tiranos y pretenden controlar a sus padres con lloriqueos y pataletas. Lamentablemente esto los llevará a vivir una vida infeliz cuando sean mayores.

Ganando las batallas posibles por medio de opciones.

No podemos hacer que los bebés hablen en un instante, ni que coman cualquier cosa que les pongamos en frente, ni que usen el inodoro cuando lo necesiten. Simplemente les damos el ejemplo y les enseñamos.  Si constantemente estamos demandándoles cosas y dándoles órdenes, estaremos incitándolos a pelear y eventualmente vamos a perder. 

El secreto para establecer el control es concentrarnos en las batallas que sabemos que podemos ganar.  Esto significa que tenemos que escoger con cuidado nuestras batallas.  Debemos escoger aquellas áreas en las cuales tenemos control efectivo sobre nuestros hijos y ofrecerles opciones. No podemos obligar al chico a que coma en la mesa sin jugar con los platos, los cubiertos y la comida. Pero sí podemos controlar que esté o no sentado a la la mesa. No podemos obligar a la chica a que haga una tarea en en tiempo dado, sin hacer una pataleta; pero si podemos controlar el hecho de que coma tan pronto termine la tarea.  No podemos impedir que el chico grite o se porte irrespetuosamente, pero si podemos controlar el hecho de que lo haga en nuestra presencia. 

Las reglas para ganar las batallas sobre el control

  • Evite a toda costa las luchas de poder.
  • Si no hay más remedio que entrar en una batalla por el control, asegúrese de que usted va a ganar. 
  • Escoja el asunto con cuidado. Perdemos las batallas cuando no escogemos bien las áreas de control necesario.

Las batallas por el control se ganan dando opciones. Las opciones cambian completamente la estructura de las batallas por el control. Hacen posible que cedamos el control que no necesitamos y que logremos el control que realmente necesitamos. Cuando les damos opciones a los chicos, no existen demandas en contra de las cuales puedan reaccionar, y podemos establecer el control necesario. 

Una de las razones por las cuales las opciones tienen buenos resultados es porque forzan a los chicos a pensar. Ellos tienen que decidir. Las opciones ofrecen oportunidades para cometer errores y aprender de las consecuencias. Con cada mala elección que hagan ellos viene el castigo, no de nosotros, sino del mundo alrededor de ellos. Así los chicos no se enojan contra nosotros, sino contra ellos mismos. Darles opciones surte efecto porque así no tenemos que enfrentarnos en luchas de poder y fuerza contra nuestros hijos. Finalmente, darlos opciones es una forma de comunicarles a nuestros hijos que confiamos en su capacidad para decidir y aprender de sus propios errores, así se fortalece su estima propia y nuestra relación con ellos. Pero recordemos que sólo podemos darles opciones cuando estamos dispuestos a dejar que ellos enfrenten las consecuencias de tomar malas decisiones. 

Algunos chicos nacen con temperamentos que son menos dados a cooperar que otros. Otros niños, por la forma en que son criados, se van haciendo más y más desafiantes y tercos. Pero sin importar cuál sea el caso, si cambiamos un poco nuestra manera de hablar podemos lograr más cooperación de nuestros hijos, menos peleas, menos pataletas, menos gritos y castigos, menos rabias y más amor. 

No haga cosas que lo lleven a perder. ¿Qué pasa cuando una chica en clase mueve su silla para sentarse junto a otra compañera y la maestro le pide que regrese a su sitio? Puede desatarse una lucha que la maestra no puede ganar. El problema puede terminar con la niña saliendo del salón deshecha en llanto y la intervención de otros profesionales. Por otra parte la maestra puede decirle a la niña algo así como: «¿Podrías hacerme el favor de mover tu asiento de nuevo a su lugar? Si la niña no lo hace, la maestra podría decir: «¿Crees que no cooperar es una buena decisión cuando alguien te pide un favor de buena manera? Hablaremos acerca de esto al final de la clase».  Nadie ha perdido la batalla en este ejemplo. La chica no tiene la oportunidad de desafiar la autoridad de su maestra en frente a toda la clase, y si se necesita tomar alguna acción disciplinaria, puede hacerse en privado.

Este mismo principio lo pueden aplicar los padres. Los niños que se dan cuenta de que pueden desafiar a sus padres se vuelven más inseguros y quieren poner a prueba sus límites con más frecuencia. Cada vez que «se salen con la suya» su respeto por la autoridad de los padres merma. Los chicos que crecen guiados por los principios del amor y la lógica aprenden que cuando cooperan todos salen ganando.  

Los diálogos que estimulan el pensamiento y el mutuo respeto se parecen a lo siguiente:

  • «Te agradecería mucho si sacas la basura antes de acostarte.»
  • «Por favor, reposa en tu cuarto mientras te pasa la rabia.»
  • »¿Puedes venir, por favor.?»
  • »¿Podrías ayudar a tu hermana ahora? Te lo agradecería mucho.»

Piense en lo siguiente. ¿aprenden más los chicos sobre las consecuencias por experiencia propia o dándoles de lecciones al respecto?

Un ejemplo de cómo ganar batallas por control.

¿Qué harías en el siguiente caso? Mario de seis años está con sus padres en un comedero de hamburguesas. Los padres quieren llegar al centro comercial antes de que cierren las tiendas dentro de una hora. Los papás están comiéndose sus hamburguesas mientras que el pequeño Mario bombardea la suya con un avión de papa frita y haciendo globitos con la cocacola. «Apúrate con tu comida», le dice el papá, pero a Mario no le afana nada. El papá le dice a la mamá: «Haz algo con ese niño». Mario sigue sus entretenidos juegos como si nada pasara. El papá le dice: «Mario, te comes tu hamburguesa rápido o si no, verás lo que te va a pasar. Te vamos a dejar aquí solo, para que venga un policía y te lleve a la cárcel. ¿Es eso lo que quieres?» 

Mario, por su parte, seguramente piensa lo siguiente: «Tengo a estos dos adultos totalmente controlados y ni siquiera he abierto mi boca. ¡Qué poder! Controlo el tono de su voz, el color de su cara, y logro que hagan el ridículo delante de toda esta gente. Lo que menos me preocupa en este momento es que un policía me lleve a la cárcel.» 

Los papás de Mario cometieron un terrible error tratando de controlar qué iba a comer Mario y con qué velocidad. Si le hubieran dado opciones hubieran podido lograr el control que necesitaban. Por ejemplo, le hubieran podido decir: «Si quieres jugar con tus papas, no hay ningún problema. Saldremos de aquí en cinco minutos y puedes ir con nosotros satisfecho o con hambre.» Esto lo pueden decir en una forma amable y suave. No pueden hacer que Mario coma rápido, pero sí pueden controlar en cuánto tiempo parte el carro. El problema ahora es de Mario. «¿Me como la hamburguesa a tiempo o me quedo con hambre?»  

La mejor forma que tienen los chicos de controlar a los adultos es frustrándolos. Para un chico jugar a frustrar a un adulto representa un conjunto de emociones tentadoras y fantásticas. Los adultas se enojan cuando se frustran y pierden el control. ¡Nada más atractivo para los niños! Muchos de los chistes y las tiras cómicas de hoy se basan sobre adultos frustrados que pierden el control. Cuando los adultos se frustran dan muestras de fuertes emociones, usualmente ira, y admiten que no tienen control de la situación. La frustración casi siempre indica falta de control  El padre se pone rojo, hace ruido, se agita y le da el control al chico. ¿Qué niño no se entretiene con eso?

Al fin de los cinco minutos  El padre puede usar expresiones que incitan la pelea. Puede decir cosas como: «Ahora mismo te vas al carro.» «Ya deje eso ahí y nos vamos». Pero, en vez de esto, puede también usar palabras que incitan a pensar. «Ya pasaron cinco minutos. Nos vamos.» Mario entonces dice: «Pero yo no he terminado de comer». El padre dice: «Bueno, Mario, ¿quieres ir al carro caminando o quieres que te lleve cargado?» Probablemente el papá va a tener que llevar a Mario cargado y salir del restaurante con un niño gritando. No hay problema. El punto era que en cinco minutos tenían que salir. Al fin de cuentas, esa no sería la primera vez que la gente vería a un padre salir con un niño haciendo una pataleta de un restaurante. Parte de ser padre es lidiar con un niño difícil en un lugar público. 

Para que Mario puede aprender positivamente del incidente, los padres tienen que quedarse callados. Ahorrarse las palabras para algún otro momento mejor. La única oportunidad para razonar con un chico es cuando ambos están de buen humor. Cuando queremos forzar las lecciones sobre consecuencias con nuestros discursos, le restamos valor a lo que pueden aprender de la consecuencia misma. Deja que las consecuencias enseñen las lecciones. El papá simplemente lleva a Mario al carro y amablemente lo pone en su asiento sin decir nada. En algún momento más tarde Mario dirá: «Tengo hambre». El padre deberá evitar darle un discurso al niño sobre los comportamientos y sus circunstancias. Simplemente deberá decirle algo como: «Claro que tienes hambre, Lo siento. Eso me pasa a mí cuando no como. Creo que vas a tener muchas ganas de comerte el desayuno mañana ¿cierto?. No te preocupes. Habrá un buen desayuno». Las consecuencias y el remordimiento son mejores maestros que la ira y las amenazas. 

Escoja sus opciones con cuidado. Muchos padres comenten el error de proponer opciones para las cuales ellos no están listos. Algunas son absurdas. Por ejemplo: «Mario, o te terminas tu comida o te dejamos aquí solo.» Mario sabe bien que la segunda opción es absurda.

Los padres deben ofrecer opciones verdaderas, no amenazas.

  • ¿Quieres limpiar tu cuarto en la mañana o por la tarde?
  • ¿Quieres recoger tu juguetes o le quieres pagar a alguien para que los recoja?
  • ¿Quieres hacer tus oficios o usar tu dinero para que alguien más los haga por ti?
  • ¿Pueden resolver sus desacuerdos entre ustedes o echar suertes a ver quien se sienta en frente?

Las opciones que se proponen sin amenazas y calmadamente, permiten que los chicos tengan un poco de control sobre su vida, decisiones y problemas. 

Reglas para dar opciones

  • Siempre proponga opciones realistas, con las cuales usted puedas vivir. No proponga una opción que le disgusta, porque el chico generalmente escogerá precisamente esa. 
  • Nunca proponga opciones a menos que esté totalmente dispuesto a dejar que los chicos experimenten las consecuencias de sus elecciones.
  • Nunca proponga opciones que pongan en peligro al chico.

Siempre ofrezca dos opciones verbales, pero deja en claro que hay una tercera opción si el chico no decide por sí mismo. En tal caso usted decidirá por él.

La forma en que presente las opciones es importante. Empieza con cosas como:

  • Con gusto puedes  _____o_____.
  • Siéntente con libertad de _____o_____.
  • ¿Preferirias____ o____?
  • ¿Qué sería mejor para tí,_____ o______?

Tarea (Descargar la Tarea.pdf)

Hay tres reglas para ganar las batallas por el control.

  • Evite las peleas por el control a toda costa.
  • Si usted se mete en una pelea por el control, asegúrese de que ganará a toda costa.
  • Escoja sus batallas cuidadosamente. Si pierde una batalla es porque no escogió el asunto con cuidado. 

Observe lo que pasa en un día común y corriente. ¿Qué batallas puede evitar? ¿Sobre qué asuntos necesita en realidad tener control? ¿Qué puede hacer para asegurarse que gana la batalla?

Cuando haces algún requerimiento para pensar, debe ser algo así como:

  • “Te agradecería que saques la basura antes de cenar, gracias.”
  • Podrías irte a tu cuarto hasta que se te pase el coraje?  Gracias.”
  • “Hola, hazme el favor de venir. Gracias.”
  • “¿Serías tan amable y ayudarías a tu hermana ahora. Te lo agradeceré mucho.”

Practique haciendo algunos requerimientos de esta manera.

Practique la historia del chico que no quería comer en el restaurante. ¿Qué partes de la historia se asemejan a usted y sus hijos? ¿Acostumbra usted dar órdenes en vez de pedir por favor? ¿Es usted lo suficiente fuerte como para mantenerse fuerte y no acceder a lo que los muchachos quieren? ¿Cómo escogen ustedes sus batallas?

¿Recuerda alguna ocasión en la que usted le dio a sus hijos opciones que usted no estaba dispuesto a hacer cumplir? ¿Cuáles son algunos ejemplos de opciones que pueden poner en peligro a los chicos? Planee ofrecer a sus hijos opciones en las que esté implicado que usted tomará una decisión si ellos no lo hacen.

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