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La Biblia y la Arqueología

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Mis primeros encuentros con el tema de la arqueología y la Biblia

Eran los primeros años de la década de los setenta. En una librería que, por aquel entonces, había en la avenida Jiménez, cerca a la carrera octava, en Bogotá (no se sí todavía esté ahí), vi mostrado en la gran vitrina que daba hacia la Jiménez un libro que se titula "Y La Biblia Tenía Razón", por Werner Keller. Yo era estudiante de secundaria y tuve que ahorrar por varios meses para comprarlo. Cuando junté el dinero, compre el libro y lo leí con avidez. Página tras página el autor hablaba de las pruebas que la arqueología moderna  arrojaba respecto de la autenticidad histórica de los relatos bíblicos. No recuerdo quien me lo pidió prestado. El caso es que el libro ya no regresó a mi biblioteca. Hoy el libro puede descargarse de la Internet gratuitamente en formato PDF  o adquirirse usado hasta por veintinueve centavos. Pero yo ya no tengo el mismo interés en este tipo de apología. 

Arqueología y apologética

Por una parte la validez histórica de la Biblia ya no necesita demostrarse. Además, después de enormes cantidades de artefactos, inscripciones, documentos, monedas, ostraca y monumentos la arqueología sigue sin ofrecer la prueba contundente que muchos quisieran tener. Lo que pasa es que la arqueología no es una rama de la teología ni de la apologética. Es una ciencia que como tal debe hacer sus observaciones y formular sus teorías independientemente de la fe bíblica. Puede que algunos arqueólogos propongan hipótesis abiertamente contrarias a la Biblia. Puede que otros coincidan en algunos puntos con los relatos bíblicos, pero no podemos esperar que la arqueología como tal se ponga de parte de la Biblia. 

La arqueología examina ruinas y restos dejados por civilizaciones antiguas para entender mejor  sus culturas y sociedades. Consiguientemente, la arqueología puede arrojar luz sobre las costumbres, prácticas y creencias de los habitantes de la Mesopotamia del segundo milenio antes de Cristo, pero no puede probar que Abraham existió o no existió. De igual manera, los arqueólogos pueden desenterrar y traducir los diversos relatos que le sirvieron a aquellos pueblos para articular sus cosmovisiones, pero, a partir de su disciplina, no pueden evaluar su valor o veracidad. 

La Biblia, por su parte, recopila historias que, durante un periodo de por lo menos dos mil años, fueron formando la fe judeo-cristiana. Estas historias se compusieron y propagaron oralmente y por escrito en muy diversos contextos culturales. El propósito de sus autores y editores era hilar acontecimientos y experiencias en relatos que crearan sentido dentro de su fe rica y multifacética. Muchos creemos que Dios las inspiró. En ninguna parte de la Biblia existe ningún indicio de que sus escritores pretendieran dar cuenta pormenorizada de ciertos sucesos sin otra intención más que informar qué había pasado. Consecuentemente, el valor y la autenticidad de los relatos bíblicos no pueden determinarse fuera de esa gran historia que prodigiosamente articulan. No basta con decir que tal o cual dato no ha sido corroborado por la arqueología, ni con sugerir una lectura hipotética divergente. Donde terminan las observaciones e hipótesis de la arqueología, empieza el relato bíblico con su propio significado.

Importancia de la arqueología en el estudio de la Biblia

La arqueología ilumina el contexto cultural del relato haciendo más claro su sentido. Además también enmarca los relatos bíblicos en un devenir ciertamente histórico. La Biblia no es un libro de ficción religiosa con cuentos de civilizaciones anticuadas. La premisa básica de todos los relatos bíblicos es que Dios interviene de formas usualmente inesperadas en el acontecer humano para adelantar su plan cósmico. Por sus obras históricas llegamos a conocerlo, y sus propósitos, marcados por sucesos históricos, orientan nuestra fe. Ahí la arqueología apoya a la apologética, hundiéndose en el pasado para desenterrar las ruinas que en otros tiempos y espacios específicos sirvieron de escenario a los acontecimientos que forman la historia bíblica.   Sin embargo, hay que tener presente la diferencia entre suceso y relato.

Seguramente hay miles de sucesos de los que no da cuenta ni la Biblia, ni la arqueología, ni ninguna historia. Pasaron pero no llegaron a ser parte de ningún relato permanente. Por otra parte, al convertirse en relato un suceso pasa a formar parte de la cosmovisión y narración de una cultura en particular. El suceso es el lo que pasó; el relato es la interpretación. La arqueología desentierra pedazos del relato plasmados en artefactos y a partir de ahí trata de reconstruir imágenes mentales (construcciones teóricas) de pueblos y culturas. Ese es el límite del saber arqueológico.

El ejemplo del diluvio

Tomemos por ejemplo el caso del diluvio. Seguramente en alguna época remota los habitantes de Mesopotamia experimentaron una gran catástrofe de la que pocos se salvaron. En tierras bíblicas los arqueólogos han  desenterrado versiones súmeras, acadias y babilónicas del diluvio. Estas son relatos construidos por las respectivas civilizaciones. La Biblia, por su parte, también ofrece su versión. ¿Qué se puede hacer con estos datos?

  • Reconocer la historicidad de una catástrofe de grandes proporciones.
  • Comparar las similitudes y diferencias de las diversas versiones.
  • Apreciar el uso de recursos lingüísticos y culturales por parte del relato bíblico para comunicar su mensaje.
  • Algunos, creyendo la premisa de que el monoteísmo es el resultado de una lenta evolución de ideas, han formulado la hipótesis de que el relato bíblico es una adaptación tardía de las antiguas versiones paganas. 
  • Otros, creyendo en la revelación, pensamos que es una versión alternativa narrada con inspiración divina. ¿Se transmitió la versión bíblica oralmente en los días de Noé? ¿La reveló Dios por tradición oral en los tiempos de Abraham? ¿Se la reveló a Moisés? La arqueología no puede afirmar o negar nada al respecto. 

Aporte de la arqueología a la fe

Por otra parte, seguramente hubo muchos más desastres y calamidades en aquellos tiempos lejanos. Pero éste en particular es el que forma parte del relato. El relato, por su parte, no se escribió simplemente para informarnos que hubo un diluvio. La verdad del relato no es el dato sino los mensajes que se quieren transmitir a partir del dato. La fe se enriquece al compenetrarnos con los mensajes del relato, no constatando el dato. El mayor aporte de la arqueología a la fe es el esclarecimiento de los escenarios culturales que complementan los relatos bíblicos, haciendo más evidentes los sentidos que originalmente tuvieron en sus respectivas épocas. La sobre valoración de la constatación del dato es el resultado de la creencia modernista en una supuesta objetividad histórica y de los debates suscitados por el racionalismo de la Ilustración. Actualmente necesitamos explorar nuevas fronteras en la lectura de la Biblia y el diálogo con otras disciplinas.

Para una evaluación más extensa y refinada de la relación entre la modernidad y los enfoques hacia la comprensión de la Biblia se pueden consultar los siguientes autores: Stanley Hauerwas, N. T. Wright, John Milbank, Alasdair MacIntyre, Paul Ricœur.

 

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