“La Política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”

A manera de ejemplo, el gobierno y el Congreso Colombiano, acordaron en el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018, permitir a las empresas mineras para que continúen explotando su negocio en los paramos y en las reservas forestales, a pesar de que hace un mes apenas, el Consejo de Estado le había advertido al gobierno que no se debe permitir la minería en esas zonas ecológicas por las graves consecuencias para el medio ambiente y la salubridad; e ignorando también, las multitudinarias marchas de hombres, mujeres y niños que no cesan de gritar “Si a la vida, no a la mina”. Aquí el conflicto es: Oro o Agua, obviamente ya saben para que bolsillo va el oro.

Una definición simple de Plan Nacional de Desarrollo, dice que es el instrumento de gestión que establece los pasos a seguir para lograr el desarrollo de un país, es el que sienta las bases para atender las necesidades insatisfechas de la población y para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes.

El termino “Desarrollo” aplicado a una comunidad de seres humanos implica una relación directa con el progreso económico, educativo, cultural, social o político.

El actual Plan de Desarrollo del Gobierno de Santos no difiere en nada a lo que se ha pactado por siempre en Colombia: Negocios Particulares para Beneficiarios Particulares, es decir,  les importa un pepino, lo que es un Plan de Desarrollo Social. A pesar de que la Constitución del 91 instituyo el sistema de planeación para la nación y para las entidades territoriales, eso solo ha sido retórica porque los servidores públicos del Estado Colombiano, casi siempre, se han servido para si mismos y para la plutocracia que representan. 

El más descarado fue el gobierno de Alvaro Uribe que se invento el cuento de la seguridad democrática y la inversión extranjera, lo que le dio el mérito para que el insigne paramilitar Carlos Castaño, lo bautizara como el Presidente de la Esperanza; y así fue como permitió el ingreso de poderosas multinacionales mineras a quienes les otorgo licencias para hacer y deshacer, para sacar y llevar lo que les diera la gana, ya que con su dinero se valieron de medios de comunicación para hacer ver paraísos en donde sólo hubo despojo de tierras, crímenes, llanto, sangre y miseria. Son tan poderosos los dueños de estos asqueantes negocios, que acaban de preservar su derecho de saquear el suelo y subsuelo colombiano en el nuevo Plan Nacional de Desarrollo.

Su aliado político, el procurador Alejandro Ordóñez, ha marcado un hito en la historia de la de protección y el amparo de los derechos humanos. Su principal responsabilidad y función pública la de defender los derechos fundamentales de los colombianos y la de velar por la transparencia de la función pública, la canjeo politiqueramente para dedicarse a proteger y amparar a los dueños de los grandes negocios  y saqueadores del Estado Colombiano. 

Su última y brillante ejecutoria la acaba de realizar al amparar y defender el uso del herbicida glifosato, negocio Monsanto, a sabiendas de los estragos irreparables en humildes colombianos afectados enormemente en su salud física y emocional, y en su precaria economía.

El procurador Ordóñez es indiferente al duro pronunciamiento de la Organización Mundial de la salud y a la reiterada denuncia publica sobre las evidencias científicas   que demuestran una relación directa entre el aumento de enfermedades dermatológicas y abortos no deseados con las aspersiones de glifosato. Sin embargo, Ordóñez para proteger los negocios preestablecidos, no tiene ningún recato en manifestar públicamente su sofisma de distracción: “Prohibir la aspersión con glifosato pondría a Colombia a nadar en cocaína”.

Nuestro país es apetecido por los grandes inversionistas en minería por el reconocido prestigio en corrupción administrativa, por lo laxo de la normatividad ambiental y por los pirricos gravámenes establecidos y sus efectivas formas de evadirlos.

Nuestra sociedad colombiana, al igual de otras en donde el imperio de la corrupción, el gamonalismo político y la inatajable brecha social siguen campeando, están gravemente enfermas con  las ideas  y los comportamientos de sus autoridades, políticos y empresarios, quienes constituyen una verdadera peste social.

En la Habana o en donde sea, hay que sentar a estos facinerosos de la peste social, porque su codicia los ha hecho intrínsecamente insaciables, y los ha vuelto capaces de llevar a cabo las cosas mas horribles con tal de aumentar su riqueza. La codicia y la avaricia son males extremadamente difíciles de extirpar, ya que están inoculados en lo más profundo del corazón humano, y son la causa secreta del odio y de la brutalidad del mundo. Son también la causa de las guerras y de todas las miserias del mundo.

La Colombia de hoy, realmente es una pirámide financiera que hace millonarios a unos pocos y deja en la miseria a millones de colombianos. 

Las pirámides financieras gravitan sobre un pecado capital: LA CODICIA. Los abusadores y los codiciosos son fáciles de desenmascarar, pero solo si hacemos uso de la razón y la lógica común.

Nelson Mándela, en su libro “Camino Hacia La Libertad” escribió: “La educación es el gran motor del desarrollo personal. Es a través de la educación como la hija de un campesino puede convertirse en una médica, el hijo de un minero puede convertirse en el jefe de la mina, o un hijo de trabajadores agrícolas puede llegar a ser presidente de una gran nación”.

Como acertadamente dijo el ilustre neurofisiólogo colombiano Rodolfo Linas, “Es un problema social no reconocer la importancia de los docentes; los maestros no son respetados, sino tratados como cuidadores de niños”.


Arnoby Betancourt
Organizador Comunitario

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